En plena madrugada del 11 de octubre de 2009 dio inicio la primera Asamblea General Extraordinaria de la naciente resistencia electricista. El Comité Central del SME intentaría explicar a sus afiliados qué estaba sucediendo y, entre todos como es su costumbre, analizarían lo que en adelante tendrían que hacer. El auditorio estaba repleto y las calles de Insurgentes Norte y Antonio Caso dieron cabida al resto del gremio que se iba incorporando, a medida que se iban enterando de las malas noticias: Todos estaban despedidos.
En el tubo –como se conoce en el SME al pedestal que sostiene el micrófono—, tribuna principal por la que rondan los expositores, se comenzó a describir lo acontecido. Se habló de la ilegalidad e inconstitucionalidad del decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro y de las garantías que, basadas en la ley laboral, respaldaban a los electricistas y cuya vigencia se haría valer frente al gobierno; se habló de la arremetida contra el sindicalismo independiente y que la organización se defendería legal y políticamente recurriendo a todas las instancias nacionales e internacionales para ganar la batalla; se reconoció la magnitud del golpe asestado y lo largo y difícil que podría resultar el proceso de reinstalación de todos los trabajadores… Pero una cosa sí se aseguró: con “la fuerza del SME” lo conseguirían.
El auditorio retumbaba con las consignas habituales “¡Ni un paso atrás! ¡Ni un paso atrás!”; “¡Duro!… ¡Duro!”; “¡Aquí se ve la fuerza del esmé!”. Pero éstas no estaban revestidas del júbilo y combatividad características del gremio, sino más bien, como lo describe Lupita Becerra, ex trabajadora de LFC, quien se encontraba en una de las primeras filas del auditorio, atenta a lo que se decía aquella noche: “Se nos quebraban las voces, era un grito de desesperación y angustia que al unísono parecía pedir ayuda: ¡Por favor, hagan algo! Después el salón permaneció la mayor parte del tiempo en silencio, todos estábamos atentos al informe que nos daba Martín Esparza”.
El momento más difícil de la Asamblea General fue cuando se abordó la posibilidad de pactar una tregua entre la corriente política opositora, Transparencia Sindical, encabezada por Alejandro Muñoz Reséndiz, y el grupo Unidad y Democracia Sindical, dirigido por Martín Esparza. Ambas fuerzas venían arrastrando un conflicto poselectoral que, después de dos meses de desgaste interno, habían fracturado la unidad gremial. Un proceso de descomposición política que, se dijo, fue impulsado “desde dentro de la organización, con ayuda del Gobierno y los medios de comunicación” para provocar el rechazo de la sociedad hacia el SME.
Cabe recordar que en el pasado proceso electoral, Alejandro Muñoz, ex Tesorero del sindicato, había contendido en contra de Martín Esparza por la Secretaría General del gremio. La participación en dichos comicios, celebrados el 16 de junio de 2009, fue la más alta en toda la historia del sindicato: de 66,370 afiliados, votaron 55,520 electricistas, más del 80%. Un éxito de participación sindical y una muestra de vitalidad política sin parangón.
Sin embargo, después del apretado escrutinio, Muñoz resultó perdedor por 352 votos de diferencia (0.63% del total de sufragios). En consecuencia, el líder de Transparencia Sindical, inconforme con el fallo, un mes después –el 15 de julio de 2009—, impugnó la elección ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), lo cual desató un agudo conflicto pos-electoral que “abrió las puertas de par en par”, señaló el grupo de Esparza, para que el Gobierno se entrometiera en asuntos de equidad electoral, cuya competencia es exclusiva de la Comisión Autónoma de Justicia de la organización obrera. Así, al ser violentada la autonomía sindical, la embestida gubernamental era inminente.
Con anticipación, y en varias ocasiones, la vocería de los electricistas denunció que el líder de la disidencia venía proporcionando información estratégica al gobierno y a los medios de comunicación con el objetivo de instrumentar, mediante una campaña de linchamiento mediático, la desestabilización del gremio y así facilitar la liquidación de la empresa. A través de sus acostumbrados comunicados de prensa, el SME denunció ante la opinión pública la estrategia de Alejandro Muñoz en contra del propio sindicato. El 24 de septiembre de 2009, titulado Autonomía sindical, la dirigencia obrera denunció:
A las Organizaciones Sindicales, Sociales y Políticas,
Al pueblo de México,
A la opinión pública,
A los medios de comunicación.
Salud:
[…]
Siguiendo puntualmente la estrategia diseñada desde las altas esferas del gobierno, el grupo que jefatura Muñoz Reséndiz, acudió a la Junta para abrir de par en par las puertas de nuestro Sindicato, a la intervención grosera e inmoral, del gobierno federal en nuestros asuntos internos.
[…] Inusualmente, se abrieron por completo y como nunca, las páginas de los diarios de circulación nacional y los micrófonos de radio y televisión, pero SÓLO para la planilla de Muñoz Reséndiz, sin que esos medios se preocuparan jamás, por comprobar una sola de las aseveraciones, afirmaciones y acusaciones realizadas por Muñoz Reséndiz.
La maniobra contra el SME está más que clara, Muñoz le sirve al gobierno, es el soñado dirigente manejable y espurio que podría servir a sus intereses privatizadores y anti obreros. La vía para dar un charrazo en el SME no es otra que la de “Transparencia Sindical”.
[…]
Fraternalmente
“Por el derecho y la justicia del trabajador”
México, D.F. 24 de septiembre de 2009
Como se corrobora, el conflicto interno del SME no fue un elemento circunstancial o ajeno a la decisión de Felipe Calderón de liquidar la empresa eléctrica. Por el contario, como algunos analistas lo señalaron, la polarización interna fue incentivada desde el poder para que la disputa por el control del sindicato y la beligerancia del mismo, se convirtieran en el ardid perfecto para intervenir con la fuerza pública. De otro modo ¿Cómo podría el Gobierno liquidar una empresa estratégica? Con el gremio bien cohesionado y reconocida su amplia capacidad de movilización, el procedimiento de requisa sería un fracaso y el gremio saldría fortalecido. Por lo tanto, la desarticulación y desmoralización de las bases obreras era imprescindible. La ecuación gubernamental fue perfecta: Fractura-Golpe-Extinción… ¡Más una buena dosis de televisión!
Al respecto, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD y experto en políticas energéticas, en una colaboración especial para el periódico La Jornada, titulada Sabadazo contra el SME, el 12 de octubre de 2009, se refirió al asunto en estos términos:
¿Por qué los golpes bajos? ¿Por qué la puñalada trapera? ¿Por qué no se dio paso, con la oportunidad debida, a un diálogo franco entre SME y gobierno?
Objetivamente, el conflicto entre sindicalistas que tendría que resolver la Junta Federal de Conciliación nada tiene que ver con la liquidación de la fuente de trabajo en LFC. Circunstancialmente se juntaron en el tiempo, o para decirlo mejor, el gobierno aprovechó el ruido del conflicto entre sindicalistas, amplificado por la campaña de hostilidad de la autoridad laboral y gente de ciertos medios, y el que estuviera sin solución por parte de la autoridad responsable (aunque no puede dejar de pensarse que intencionalmente se le ha dejado sin resolver), para dar el golpe de la liquidación.
Con estos antecedentes, de vuelta a la madrugada del 11 de octubre, la efervescente Asamblea General tenía que tomar decisiones importantes de inmediato: ¿Unidad o fractura? Esa era la moneda en el aire. Con el tiempo encima y debido al “estado de emergencia” en el que se encontraba el sindicato, “la unidad debe tener prioridad”, se propuso al pleno de la Asamblea. Fueron momentos de alta tensión –la mala fortuna pudo haber incendiado los ánimos y convertir aquello en un San Quintín—, sin embargo, la mesura se impuso y llegó el momento de cerrar filas y quemar banderas, por lo menos así se propuso. A pesar del descontento mayoritario, la rechifla inconforme y las mentadas de madre desde el graderío, finalmente, tras el largo debate, la dirigencia logró el consenso suficiente para hacer a un lado las diferencias políticas y enfrentar la embestida gubernamental con la organización unida.
Entonces se permitió que miembros del grupo disidente entraran al recinto sindical y se integraran a los trabajos de la naciente resistencia. Mediante una valla humana y en medio de conatos de violencia, Alejandro Muñoz pudo llegar hasta el presídium e instalarse junto a sus ex compañeros del Comité Central, quienes entre miradas absortas y algunas muecas de desdén, escucharon su primera intervención ante el Leviatán electricista: "A partir de estos momentos, se acaban los colores en este sindicato. Ahora, tendrán que ver de qué tamaño y de qué está hecha esta organización", dijo súbitamente Alejandro Muñoz, quien en varias ocasiones fue increpado entre chiflidos y gritos de "traidor”.
Acostumbrado siempre a pedir el uso de la palabra en las asambleas del SME, Ricardo Ortega Comezaña, líder de aproximadamente 1,500 esmeítas de la sección de Cables Subterráneos, reconoce que la discusión fue muy fuerte en aquella ocasión. Él reconoce que no estaba de acuerdo con la tregua con Alejandro Muñoz y su grupo. Fiel a su costumbre, se hizo del micrófono y exigió al ex Tesorero reconocer públicamente, ante la Asamblea, el liderazgo de Martín Esparza. “Nada vamos a lograr mientras tú (se dirigió a quien encabeza el grupo Transparencia Sindical, viéndolo a la cara) no reconozcas que Martín es el Secretario General, y lo tienes que hacer aquí frente a todos… Si no, ¿Adónde vamos? ¡Todo sería una mentira!”, retó con energía al ex tesorero. Alejandro respondió: No. La asamblea le exigió la retracción y éste dijo: No y no. No quiso.
A pesar de la renuencia de Muñoz, Ricardo Ortega alertó a la Organización a tener cuidado ante las reticencias del líder disidente. A partir de ahí, supo que la lucha no iba a ser fácil y que los principales obstáculos se atravesarían dentro de la misma organización sindical. “Había mil cosas qué hacer –comenta Comezaña—; muchos dijeron `ya nos putearon´, pero no nos pueden acabar, dije, ¡somos el SME! Sabíamos en qué ring estábamos parados y le íbamos a entrar… Reconozco que mucha gente votó por la Naranja (color distintivo de Transparencia Sindical) pero platicamos con muchos de ellos y dijimos ¡va! Las diferencias políticas se quedaron atrás; ahora somos todo el sindicato y vamos adelante, a luchar”, propuso a sus compañeros. No obstante, la mayoría no quedó convencida de la supuesta tregua.
Al final, un silencio incómodo se impuso al concluir la Asamblea Extraordinaria –cerca de las 4 de la mañana— y mientras desalojaban el auditorio de Insurgentes 98, una mueca de insatisfacción pudo percibirse en muchos esmeítas. Ante la incertidumbre, había un motivo más de preocupación: el reconocimiento hacía Esparza por parte de Muñoz nunca llegó; por ende, la unidad pactada apenas hace unos minutos, se quebraría en los hechos, aunque formalmente avanzarían todos juntos ¿Por cuánto tiempo? Algo olía muy mal.
En las memorias y documentos históricos del SME quedará registrada, sin duda, aquella declaración hecha por Alejandro Muñoz durante una conferencia de prensa el 5 de octubre de 2009, donde se refirió a la posible conciliación entre ambos grupos políticos en torno a la defensa del Contrato Colectivo: “Lo he dicho recio y quedito, nosotros podemos estarnos peleando en el Sindicato, pero si el Gobierno federal pretende con esta situación quererse meter o querer destruir el Sindicato, entonces sí me uno a Martín, aunque me caiga gordo, lo tengo que hacer, porque así soy. Nosotros podemos damos hasta con la cubeta, pero que quieran destruirnos tampoco”.
Este episodio marcó definitivamente lo que más adelante sería el desmoronamiento de la fuerza numérica del Sindicato Mexicano de Electricistas, la fragmentación total, provocada por la especulación y los rumores que se infiltraron en miles de trabajadores que, esperanzados en una recontratación inmediata, bajo la influencia desmoralizadora de las versiones de mutua traición entre liderazgos, optaron por la “liquidación voluntaria” a la que fueron inducidos insistentemente por los medios masivos de comunicación. Así arrancaba la resistencia esmeíta. Envenenada por la duda y la traición... (CONTINUARÁ)
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