miércoles, 22 de diciembre de 2010

REPORTAJE: Días de Incertidumbre, Aciago y Resistencia del SME

LA TREGUA (SEGUNDA PARTE)

Cecilia Figueroa Rodríguez es ex trabajadora de Luz y Fuerza del Centro y se desempeñaba en la sección de Contraloría y Nóminas. Hoy está en la resistencia y es Representante Propietaria Principal de su escalafón; además, es conocida al interior del gremio por sus aguerridas participaciones en las asambleas electricistas y sus irrupciones en la Cámara de Diputados exigiendo solución a las demandas del SME. Ceci, como la llaman todos de cariño, reconoce que la noche del 10 de octubre de 2009 fue “de lágrimas, rabia y rostros desencajados”.

En su caso, recuerda que aquella noche disfrutaba de un día de descanso junto a su familia en el pueblo de Colón, en el estado de Querétaro, cuando de pronto se enteró de la ocupación policiaca del Edificio donde todos los días acudía a trabajar. De inmediato sus ojos se llenaron de lágrimas; corrió a buscar a sus hermanos y, con dolor y cierto titubeo, les comunicó la noticia; nadie lo podía creer. Todos enmudecieron. Sin más y a toda prisa, en compañía de su esposo, jubilado y ex dirigente del SME, decidieron regresar a la Ciudad de México. Tomaron camino por una carretera en la que a esa hora de la madrugada sólo transitan vehículos pesados y algunos trasnochados. “Fue una angustia”, recuerda Cecilia.


Eran las 3 de la madrugada cuando por fin llegó al recinto sindical. No pudo entrar. Contrario a su disciplina de siempre estar en primera fila, en el ojo del huracán, siendo partícipe de las decisiones y el debate sindical, esa noche tuvo que escuchar desde afuera, como cientos de sus compañeros, a través de los altavoces colocados al exterior del edificio; adentro no cabía nadie más. Así fue como se enteró de la “tregua” que se había sugerido con el grupo político disidente.

Destacada por su franqueza y manera directa de decir las cosas, sin rodeos, para Cecilia Figueroa todo fue claro desde el principio: “Alejandro Muñoz es un traidor. Algunos creyeron ingenuamente en que el llamado a la unidad y la finta que hicieron los traidores podía ser posible. Yo nunca me fié y nunca creí en esas señales: quien traiciona, traiciona siempre. Estaba muy claro que este grupo no iba a cuidar los intereses del sindicato; iban a servirle al gobierno, y éste quería una interlocución en la persona de Alejandro Muñoz… El instrumento aquí fue él”, afirma con la seguridad puesta sobre su inconmovible mirada.

En su explicación, Ceci ilustra con golpeteos sobre la mesa –simulando con sus manos la caída de fichas de dominó—lo ocurrido al SME: una secuencia de hechos desafortunados que rompieron la estabilidad de la organización obrera. Con 18 años de experiencia laboral y firme convicción política, esta mujer reconoce que el golpe a los trabajadores se venía dando sistemáticamente: “ya vislumbrábamos un golpe del gobierno, pero no de esa magnitud. Qué podrías pensar después de que se jodieron a los telefonistas, a los del ISSSTE, a los de la CFE, al Seguro Social… ¡En el patíbulo sólo quedábamos nosotros!”, reflexiona con tristeza.


¿Cómo pudimos llegar a esto?, se pregunta quien también es comunicóloga de profesión y locutora del noticiario matutino de la estación radiofónica de los electricistas, radiosme.org.mx. Admite que hubo errores y que la fractura interna estaba en su punto más álgido. Según su opinión, el gobierno primero supo infiltrarlos, incentivar y aprovechar la coyuntura, después, ¡zoc! vino el golpe: “Calderón supo abrir la puerta y mantenerla abierta; así como si hubiera puesto el pie en el quicio, entraron, y ya no hubo poder humano que los sacara.

“Con la Organización unificada no nos hubieran hecho nada –continua Cecilia—, pero estábamos divididos… ¿Qué nos unificaba siempre? ¡La defensa del Contrato! Ante una situación como esta, cualquier disidencia era respetada y, hasta la disidencia más cabrona, se disciplinaba y ponía por delante la defensa del Contrato y nuestros derechos... Pero esta vez no fue así”, se lamenta y hace una mueca de desaprobación por lo ocurrido.


Una tregua es la interrupción de hostilidades entre dos o más adversarios que están en guerra o disputa; la suspensión tiene un tiempo perentorio y se establece por acuerdo entre las partes, sin embargo, en los hechos, eso no ocurrió al interior de la organización obrera. En ese sentido, Ceci, quien en tono de broma dice no ser adivinadora, pero reconoce tener ciertas habilidades a la hora de percibir cosas más allá del lenguaje verbal, entre líneas, comenta: “Yo tengo una tendencia a ver los rostros de la gente y, sin ser pitonisa, de veras, yo no veía en las caras de Alejandro (Muñoz), Margarito (López) y Mario Anselmo (García) –miembros de la disidencia que ocupaban un cargo en el Comité Central del SME— nada de sinceridad, incluso yo veía en sus rostros una muequilla, intento de sonrisa, que me daba muy mala espina.

“Nunca me tragué esa finta de la unidad y por eso estaba molesta por esta situación; preferí hacerme a un lado, porque cerca de mi había gente que le apostó al proyecto de Transparencia Sindical, que le hizo un daño tremendo al sindicato… Yo no podía creerles; sentí que iba contra mis principios, aunque se decía que era todo por el sindicato, sin importar tu color… Yo tenía la sensación de que me estaban engañando”, revela Figueroa.

El temperamento de esta mujer esmeíta es muy intenso: reconoce que de la relajada broma a la furia desbordante pueden pasar apenas unos segundos; “soy de mecha corta”, bromea. Pues en ese tono que la caracteriza, la sinceridad y contundencia tampoco le hacen falta para decir lo que piensa: “Yo les decía a muchos compañeros: ¡Tengan cuidado con este pendejo! éste es un marrano, un desgraciado de mierda y no va a ceñirse a la unidad. Alejandro (Muñoz) está aquí porque le sigue haciendo juego al gobierno”.

Apasionada de la política y con amplia experiencia en la lucha en defensa de la soberanía energética, Cecilia ha participado en diversos movimientos sociales, como el de Mujeres en defensa del petróleo, y desde las diferentes trincheras donde ha estado como mujer electricista y profesional de la comunicación, tiene bien claro a quien se están enfrentando hoy los electricistas y conoce sobre la tendencia autoritaria y dilatoria del actual gobierno para resolver los problemas sociales creados por la actual política económica.

Ella considera que Felipe Calderón “tiene una política de elevación de los conflictos; de elevar la apuesta. A él le vale madre tener por todo el país los focos encendidos, no le importa tener el conflicto del SME y los mineros; avienta la reforma laboral, incrementa los impuestos, las tarifas eléctricas… No tiene freno. ¿Por qué? Porque eso le permite justificar la presencia policiaca frente a los movimiento sociales”.

A manera de conclusión, con cierto aire de ironía ante la aparente imposibilidad de un “arreglo” al estilo priista, Cecilia Figueroa pinta su raya: “Pues amigos del gobierno nunca hemos sido, no por falta de voluntad, sino por principio ideológico: tú no puedes ser amigo del que te está golpeando. La extinción de LFC fue una muestra más de lo que es capaz Calderón”.

Las palabras de Cecilia Figueroa son un claro ejemplo de la intensa actividad política a la que están acostumbrados los esmeítas antes y después de la cancelación de sus fuentes de empleo. Su actitud, como la de muchos de sus compañeros en resistencia –marchan, informan a los usuarios, volantean, diseñan mantas, carteles y toman cualquier tribuna para manifestarse—, revela la capacidad de movilización del gremio y el perfil de sus bases.


Javier Melgoza, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y especialista en el tema, reconoce al SME como una organización viva y muy activa políticamente desde sus inicios, hace 96 años. En su Libro Representatividad, democracia y legitimidad en el Sindicato Mexicano de Electricistas –editado en 2002—, escribió:

Desde 1914, la activa Asamblea General (del SME) ha decidido sobre los asuntos primordiales; en ella se asegura el derecho de todos los afiliados a participar con voz y voto universal, directo y secreto. Además, el Comité Central puede ser destituido en cualquier momento y las secciones conservan un elevado grado de autonomía en sus asuntos. En suma, la estructura del SME no abre zanjas entre los militantes de base y los funcionarios y representantes sindicales; el control de estos se conserva gracias al amplio poder de decisión que los Estatutos otorgan a la Asamblea General y se mantiene una actividad constante que promueve la alta participación de sus agremiados de todas las categorías (de base, eventuales, jubilados, etcétera). […]
Una rápida visita a los locales sindicales da cuenta de que el SME es una organización viva, en actividad constante: cada año renueva la mitad de su Comité Central; continuamente se realizan Asambleas departamentales y de sección; la participación en reuniones y elecciones es copiosa; los puestos sindicales verdaderamente se disputan; la negociación contractual la dirige una Asamblea Legislativa numerosa que aprueba o rechaza las propuestas que se presentan finalmente a la Asamblea General.

A esta organización decidió declararle la guerra el Gobierno Federal. Catorce meses después del golpe, aunque diezmado en un 60% de su fuerza laboral activa, el sindicato electricista parece ganar terreno frente a la sociedad al mostrar las verdaderas intenciones detrás de la liquidación de la empresa eléctrica.

La correlación de fuerzas políticas ha cambiado a favor de los trabajadores –hoy ven en la fracción parlamentaria del PRI a un insólito aliado—, y en vísperas de un año de intensa actividad electoral y ante un poder presidencial que hace agua, en 2011 todo indica que se renovará aquella consigna acuñada por los propios esmeítas: “¡El SME se queda, Calderón se va!”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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