11 de octubre de 2009, nueve de la mañana. Era domingo y la claridad matinal comenzó a iluminar la explanada del Monumento a la Revolución. Los electricistas, con la resaca de una noche difícil a cuestas, tenían una nueva cita con su historia: El primer día en resistencia. Los transeúntes miraban con extrañeza la inusual movilización obrera, tan temprano y en domingo. Nadie se imaginaba que aquellos rostros desencajados, ojos llorosos y actitudes de preocupación eran de los compas del SME, otrora alegres y cábulas.
Para muchos de estos hombres que arriesgan su vida en las torres de transmisión; que se cuelgan de postes para tender redes eléctricas que iluminan calles y avenidas; que se sumergen al interior de oscuras bóvedas subterráneas saturadas de inmundicias y cables energizados en el Centro Histórico, de pronto se les acabó el empleo. En un santiamén –poco duró el festejo mundialista—, descendieron del Olimpo futbolero al hades de la liquidación laboral.
Con la cara gacha y la mirada extraviada, poco a poco los electricistas se iban acercando al pie del Monumento revolucionario; otros más buscaban al triciclo habilitado de fogón que a primera hora ofrece los tamales de mole, verdes y de dulce, para el hambre y el dolor. Hubo también quienes ni siquiera durmieron; los que iban llegando y los despistados a quienes los despertó la noticia: “Vente para acá, güey… ¡No mames! Qué… ¿no sabes? ¡Ya nos chingaron, güey, cerraron la Compañía! ¡Córrele, vente para acá…! ¡Al sindicato, pendejo!”, regañó un compa, vía teléfono celular, a otro electricista que por éste rápido y moderno medio de comunicación pudo infartarse ante la noticia. Cuelga. “¡Chinga!”, maldice y muerde su torta de tamal elevando su mirada vidriosa hacia el cielo, buscado consuelo.
Esa mañana, los titulares de la prensa consignaban la actualidad noticiosa: “El Gobierno asalta instalaciones de LFC”; “Liquidan Luz y Fuerza”; “Apagan LyFC, liquidan empleados”; “Toma instalaciones Policía Federal”; “No hubo resistencia de trabajadores”. En contraste, extendido sobre el kiosco del voceador, como si fuera un suceso ocurrido al otro lado del mundo, se imponía la foto a ocho columnas del futbolista mexicano Cuauhtémoc Blanco abrazado de Javier Aguirre: “¡Gracias!”; “Nos vamos al Mundial”; “Sábado de Gloria”. Frente a la desgracia del gremio electricista predominaban los goles del Cuau y Francisco Palencia, los héroes que nos llevarían a Sudáfrica.
Para nadie es un secreto que el máximo ídolo del futbol mexicano contemporáneo, después del pentapichichi es, sin duda, Cuauhtémoc Blanco. Quien fuera insigne ariete de las Águilas del América; latin lover de encueratrices de la pantalla chica; indiscutible playera número 10 y héroe de la selección nacional, ahora, en la fase crepuscular de su carrera futbolística, vino a convertirse en verdugo accidental de todo un gremio.
Del resultado del encuentro del selectivo nacional de futbol –según se rumoró en los pasillos de la Secretaría de Gobernación— el comando central haría una valoración sobre la conveniencia o no de activar el operativo; una mala actuación del TRI traería graves inconvenientes en el ánimo nacional e impediría la toma nocturna de Luz y Fuerza del Centro. Sin embargo, la magia en los botines del Cuau despejó las dudas.
En su columna Tolvanera que aparece todos los lunes en el periódico Reforma, Roberto Zamarripa, dos días después del asalto a las instalaciones eléctricas, mencionó la trascendencia del gol que mató a la Compañía de Luz y con ella, quizá, el futuro de la organización sindical más antigua y combativa de México:
El gol de Cuauhtémoc Blanco, anotado sobre las seis y media de la tarde del sábado, el dos a cero, fue la señal para que los funcionarios dejaran de ver el futbol y pasaran a sus puestos de mando. Una operación diseñada desde hace más de un año, con 15 mil policías federales acuartelados hace una semana, con trabajadores de confianza de la Compañía Federal de Electricidad (sic) concentrados en hoteles listos para el llamado. Tino o perversidad. Los festejos en El Ángel no dejan oír la respuesta.
La extinción de LFC no sólo se debió al triunfo futbolero, sino a la firme determinación del inquilino de Los Pinos, que “se puso los pantalones” y se atrevió a hacer “lo que otros no quisieron o no pudieron”. El famoso presentador de noticias de radio y televisión, Carlos Loret de Mola, en su columna Historias de reportero del 13 de octubre de 2009 publicada en El Universal, reveló que, días antes del sabadazo, un alto funcionario del círculo íntimo del primer mandatario le comentó en tono de broma: “El sábado se juega el gobierno el presidente Calderón”.
Más tarde –dedujo el periodista de aquella charla informal—, se descubriría que la liquidación de Luz y Fuerza del Centro, además de haber sido planeada con mucha premeditación y estudiados sus efectos, era un secreto a voces que sólo esperaba la orden de ejecución; entonces, el gol de Cuauhtémoc Blanco, detonador del pase de México a la Copa del Mundo de Sudáfrica, según el joven Popocatépetl, sólo vino a “alinear los astros”. En su artículo revela parte del plan:
Ese día no se había anunciado aún la negativa de la toma de nota al líder del Sindicato Mexicano de Electricistas, Martín Esparza, pero el gobierno federal ya tenía trazada la ruta de acción: en la tarde de dicho lunes se haría oficial el no reconocimiento y el Ejecutivo esperaría la reacción; si los trabajadores de Luz y Fuerza se iban con violencia a la calle y amagaban con un “apagón” metropolitano, tomarían de inmediato las instalaciones de la paraestatal; si la contestación sindical era pacífica y jurídica, esperarían al sábado en la noche.
Así sucedió: día no laborable, sin filtraciones a los medios sobre la fecha del golpe, sin “hora pico” en la demanda de energía, sin el tráfico de luz de día hábil y por si fuera poco con un país inundado por el “¡Nos vamos al Mundial!”.
Otras plumas, como la de Jesús Silva-Herzog Márquez –nieto del distinguido economista impulsor de la expropiación petrolera y gran humanista en tiempos menos oprobiosos—, Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la Universidad de Columbia y Profesor de tiempo completo en el ITAM, escribió en el periódico Reforma el 12 de octubre, un artículo titulado La mosca y la telaraña, en donde reconoce la valentía del presidente que se atrevió a enfrentar al belicoso SME y, a pesar de no aclarar quién representó el papel de la mosca atrapada en la telaraña, escribió:
El Presidente finalmente se decidió a enfrentar intereses poderosos, bien pertrechados políticamente y con notable capacidad movilizadora. En buena hora lo ha hecho: El país necesita un gobierno dispuesto a dar batallas y enfrentar intereses poderosos, no simplemente gestionar los términos del rapto nacional.
Rasgo característico del gobierno de Felipe Calderón, desde el inicio de su gestión, es la determinación de combatir a la delincuencia organizada, principalmente al narcotráfico; después, a partir de la segunda mitad de su sexenio, endureció su discurso y apuntó sus renovados esfuerzos –sin descuidar su guerra contra el narco—a combatir otro tipo de flagelos que, dicho por él mismo, mantienen a México en el atraso económico: el corporativismo sindical.
Por lo tanto, la extinción de LFC fue celebrada por “connotados analistas políticos”, entre ellos Jorge Chabat, Doctor en Asuntos Internacionales por la Universidad de Miami, quien festejó que por fin se acabó con los “poderes fácticos” representados por el Sindicato Mexicano de Electricistas, y se puso fin a “décadas de saqueo nacional” ante la indefensión de los usuarios. Así lo escribió el también investigador del CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas), el 12 de octubre de 2009, en su colaboración para el periódico El Universal:
La gran mayoría de los mexicanos, los que no se pueden jubilar a los 50 años con sueldos jugosos, celebrarán esta decisión que ahora nos cuesta a todos 42 mil millones de pesos al año. Evidentemente, a nadie le gusta perder privilegios. Pero tampoco a nadie nos gusta pagar para que unos cuantos tengan privilegios a costa del resto de la población.
Hay decisiones que cambian gobiernos. La decisión del presidente Calderón de poner fin a décadas de sangría de los recursos públicos por un grupo de poder (el SME) es hasta ahora la más importante de su sexenio. Ojalá que éste sea sólo el inicio del fin de los poderes fácticos que nos heredó el viejo régimen y que tienen al país sumido en la miseria y el subdesarrollo.
Estas son sólo algunas muestras del periodismo “objetivo, imparcial y bien documentado” que se practica en México. Las “reflexiones” y “argumentos” que se inocularon en la sociedad mexicana durante los días posteriores al cierre de la Compañía de Luz, a través de opiniones “expertas”, fomentaron el rechazo generalizado hacia los trabajadores quienes –como si no lo supieran los opinantes—están afiliados al sindicato electricista. Sin embargo, las condiciones de vida y responsabilidades de los empleados de LFC distan de ser iguales a las de su dirigencia gremial a la que con insistencia se fustigó hasta convertirla en anatema nacional.
Hágase una reflexión: El maestro de educación primaria cuya labor es educar a los niños de México, no tiene la misma responsabilidad, ni el mismo ingreso económico que Elba Esther Gordillo Morales (Presidenta Vitalicia del SNTE, 24 años al frente de 1,500,000 trabajadores); el conductor de un Camión-Pipa de Pemex que diario transporta combustibles a las estaciones de despacho, no tiene la misma responsabilidad, ni el mismo ingreso económico que Carlos Romero Deschamps (Secretario General del STPRM, 20 años al frente de 100,800 trabajadores); el médico general que atiende problemas de obesidad y diabetes en una clínica pública, no tiene la misma responsabilidad, ni el mismo ingreso económico que Valdemar Gutiérrez Fragoso (Secretario General del SNTSS, 6 años al frente de 800,000 trabajadores); el electricista que maniobra sobre un poste para restablecer la energía cuando ésta se suspende por los fuertes vientos, no tiene la misma responsabilidad, ni el mismo ingreso económico que Martín Esparza Flores (Secretario General del SME, 6 años al frente de 44,000 trabajadores).
Entonces, si el objetivo del presidente Felipe Calderón –según su propio discurso—era sanear las finanzas públicas, acabar con los monopolios, los privilegios y excesos de servidores públicos y relanzar al país hacia una recuperación económica ¿Cuáles fueron sus razonamientos y prioridades para que los mexicanos vivamos mejor? ¿Qué ha mantenido en el retraso a México en términos económicos y sociales desde hace décadas y debe corregirse urgentemente: a saber, los apagones eléctricos, el alto costo de las gasolinas, los índices de obesidad y diabetes, o el atraso educativo en todo el país?
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